El aumento sostenido de casos de COVID-19 en Chile desde diciembre, y que se aceleran al inicio del año 2021, hace creer que la proyección del Ministerio de Salud sobre la “segunda ola” se está cumpliendo, y estamos avanzando hacia un nivel de carga del sistema asistencial preocupante, que puede llegar a ser más crítico que el vivido en el invierno del 2020. El promedio de ocupación de las camas UCI del país en los últimos 7 días fue de 92,1%, y 10 regiones tienen porcentajes de ocupación entre 91% y 98%, lo que hace poner en alerta la disponibilidad futura de este recurso -considerando el agotamiento del personal- si es que no se toman medidas urgentes para controlar los brotes activos.
En esta nueva escalada de la pandemia, son las provincias donde se están presentando las cifras más preocupantes de nuevos contagios y de saturación del sistema asistencial: las regiones de Antofagasta y Araucanía son las que hoy tienen la mayor tensión hospitalaria, en varias otras el número de casos diarios sobrepasó los niveles del peor momento del 2020. Mientras tanto, el gobierno está desplegando sus esfuerzos en contener los brotes priorizando y enfatizando exageradamente el proceso de vacunación de la población, pero sin aparejar dichos esfuerzos con otras medidas que son tan importantes para el control de los brotes como la estrategia de TTA (en donde preocupa la falta de trazabilidad), la educación sanitaria de la población, o la implantación de políticas públicas que permitan ir en ayuda de la ciudadanía para contener los efectos económicos y sociales derivados de la emergencia.
No hay duda de que la pandemia ha sido brutal en todos los ámbitos de la vida y nos ha obligado a modificar radicalmente nuestras rutinas y nuestras formas de relacionarnos. Es por esto que el anuncio del proceso de vacunación ha causado altas expectativas, principalmente en el personal de salud, que en un inicio miraba con recelos este proceso, pero que ha sido responsable de cara a la ciudadanía entendiendo su importancia para evitar más muertes de compañeros y compañeras de labores.
A nivel de este personal de salud, el cansancio físico y mental es evidente tras 11 meses de ardua lucha. Hemos sido testigos de cómo muchas de nuestras compañeras y compañeros han tenido que redoblar esfuerzos para responder a la altura de las circunstancias. El fenómeno que hoy vivimos como consecuencia en la red asistencial es el ausentismo y preceptismo laboral. También tristemente hemos sido testigos de cómo trabajadores y trabajadoras sin distinción de estamentos han dado la vida en este desafío.
Si el gobierno insiste en mantener una comunicación de riesgo ambigua ante la ciudadanía, especialmente con las políticas públicas que se instalan, donde la más cuestionada en estas últimas semanas ha sido el “permiso de vacaciones”, el proceso de vacunación y su relato exitista no bastará para salir victoriosos en esta nueva etapa de propagación del virus.
Para poder contener efectivamente la propagación se hace necesaria la unidad y el liderazgo de actores estratégicos de la sociedad, como lo son los sindicatos de trabajadores y trabajadoras de la salud, para así alcanzar la coordinación y coherencia que se requieren para contener y superar este nuevo desafío que enfrentamos en lo sanitario y asistencial.
Los esfuerzos por inmunizar al personal de salud deben redoblarse en un escenario donde pareciera ser que lo sanitario compite con lo económico. Pero no basta solo con mostrar cifras de cobertura efectiva; se requiere una ampliación del discurso de cara a la ciudadanía, que sea oportuno y pertinente. No basta solamente contar con camas UCI o ventiladores mecánicos en los hospitales, aquí importa nuevamente que los criterios que seleccione el gobierno se rijan por principios de equidad y solidaridad que beneficien a todas y todos los miembros de la sociedad chilena.