Cada 28 de mayo el mundo conmemora el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres; y más que una efeméride, esta fecha es un llamado urgente a la acción.
Nos convoca a visibilizar las profundas desigualdades que persisten en el acceso, la calidad y la oportunidad de atención sanitaria para las mujeres en toda su diversidad. Nos recuerda que la salud no es un lujo ni una dádiva, sino un derecho humano fundamental que debe garantizarse de manera integral, sin discriminación ni violencia.
Desde Fenpruss reafirmamos nuestro compromiso con una salud pública que ponga al centro la dignidad de las personas y que avance con decisión hacia la equidad de género y la justicia social. En ese sentido, sabemos que hablar de salud de las mujeres no es referirse a un grupo homogéneo: es reconocer que existen múltiples formas de exclusión que afectan de manera diferenciada a mujeres indígenas, migrantes, lesbianas, trans, rurales, con discapacidad o empobrecidas entre otras. Cada una de estas condiciones intersecta con el género y amplifica las barreras de acceso, generando vulneraciones físicas, mentales y sociales que permanecen invisibilizadas.
En el contexto chileno observamos con preocupación un sistema de salud profundamente precarizado, sostenido mayoritariamente por mujeres que, paradójicamente, son quienes más sufren sus falencias. Las enfermedades derivadas del estrés laboral, la doble jornada —productiva y reproductiva—, las tareas de cuidado no remunerado y la exposición a ambientes laborales adversos son algunas de las múltiples formas en que la salud de las mujeres se ve deteriorada.
A esto se suma una estructura de salud laboral androcéntrica, que no reconoce ni adapta sus normas a las necesidades específicas de las trabajadoras, especialmente en sectores feminizados como salud, educación, servicios y cuidados.
Las brechas en salud sexual y reproductiva en Chile siguen siendo alarmantes, especialmente para víctimas de violencia sexual. Aunque existe la Interrupción Voluntaria del Embarazo (IVE) por tres causales, la alta cantidad de objetores de conciencia y la falta de protocolos eficaces dificultan el acceso real.
Además de lo anterior, cabe destacar la necesidad de avanzar en mejoras institucionales para los casos de víctimas de violencia sexual, a causa de los cuales muchas niñas y mujeres enfrentan revictimización institucional y obstáculos que perpetúan los daños estructurales hacia la mujer. Esta omisión del Estado no solo vulnera derechos, sino que refuerza la urgencia de una política pública que garantice atención digna, oportuna y sin estigmas.
Asimismo, resulta urgente poner en el centro del debate el reconocimiento del trabajo de cuidado como un trabajo esencial, que debe ser valorado, remunerado y protegido. Las mujeres que se desempeñan en la economía del cuidado, muchas veces en condiciones de doble presencia, enfrentan largas jornadas laborales adicionales a sus funciones de cuidado, bajos salarios, falta de protección social y escasa representación en espacios de decisión. Sin políticas de corresponsabilidad, sin licencias adaptadas, sin equipos de protección personal adecuados, el sistema perpetúa una violencia estructural que enferma y excluye.
La invisibilización también se extiende a la falta de perspectiva de género en los diagnósticos médicos, en la formación del personal sanitario y en las políticas públicas. Enfermedades como la fibromialgia, los trastornos del ánimo, los problemas menstruales o el impacto del climaterio siguen siendo subestimados, mal diagnosticados o desatendidos. La medicina hegemónica sigue sin escuchar ni creer a las mujeres, perpetuando un modelo de atención que reproduce estigmas, violencias y silenciamientos.
La falta de implementación de un adecuado modelo intercultural que permita un mayor espacio de encuentro entre el sistema de salud y los saberes ancestrales genera también vulnerabilidades y conflictos al momento de poder entregar una prestación de salud mucho más integral a las mujeres pertenecientes a pueblos originarios. Además, existe la necesidad de generar políticas públicas que resguarden y garanticen los derechos de mujeres de la comunidad LGTBIQA+ y sus necesidades particulares.
A esto se suma la falta de representatividad de las mujeres en espacios de poder: comités de salud laboral, sindicatos, equipos directivos, mesas de diseño de políticas. Mientras no existan mecanismos que garanticen la participación activa, paritaria y significativa de las mujeres en la toma de decisiones, la reproducción de políticas ciegas al género seguirá siendo la norma.
Desde Fenpruss hacemos un llamado firme a los poderes del Estado y a las autoridades sanitarias a implementar políticas públicas con enfoque de género, interseccional e intercultural. Necesitamos una salud que no solo trate enfermedades, sino que se haga cargo de los determinantes sociales que condicionan el bienestar: vivienda, ingresos, trabajo, medio ambiente, educación sexual, acceso a justicia, autonomía económica. La salud debe ser concebida como un bien común, no como una mercancía.
Así también, exigimos avanzar en el fortalecimiento del sistema público de salud, con financiamiento suficiente, condiciones laborales dignas para quienes lo sostienen —en su mayoría mujeres— y un enfoque de derechos humanos que ponga fin a la violencia obstétrica, al racismo institucional y a la discriminación por orientación sexual o identidad de género.
Reconocemos que el camino hacia una salud digna para todas es largo, pero ineludible. La experiencia internacional nos demuestra que solo con participación social activa, con sindicatos comprometidos y con voluntad política real es posible transformar las estructuras injustas que afectan la vida de millones de mujeres. El mundo del trabajo y el mundo del cuidado deben estar en el centro de esta transformación.
Porque la salud de las mujeres es un pilar fundamental para el desarrollo sostenible, la democracia y la justicia social, hoy alzamos la voz para exigir una salud feminista, justa, gratuita, pública y transformadora. Que esta fecha no sea solo conmemorativa, sino movilizadora de cambios urgentes y estructurales.
Desde Fenpruss seguiremos luchando por una salud que nos reconozca, nos respete y nos proteja. Porque nuestras vidas valen, nuestras voces importan y nuestros derechos no se negocian.